Violencia Económica y Abuso Financiero: un maltrato invisible

Una dimensión del maltrato difícil de identificar y de demostrar

La Violencia Económica y el Abuso Financiero son estrategias de control que limitan el acceso de una persona a los recursos económicos o a la toma de decisiones importantes sobre ellos. Suelen comenzar de forma sutil, bajo la apariencia de “organizar” o “gestionar” la economía familiar, pero con el tiempo se intensifican. El objetivo es claro: ganar poder y control sobre la otra persona.

Este tipo de violencia deja profundas secuelas, especialmente en mujeres, ya que el maltrato, la presión, el miedo y la angustia que genera pueden prolongarse incluso años después de que la relación termine. Muchas víctimas no lo identifican como abuso hasta que el daño ya es considerable y su autonomía económica está comprometida.

 

Algunos indicadores que pueden aparecer en el día a día son:

Control unilateral de decisiones económicas: Toda compra, contrato o gasto importante requiere la aprobación de una sola parte, mientras que la otra debe pedir permiso o dar explicaciones.

Responsabilidad financiera concentrada: Todos los contratos, préstamos y productos bancarios están a nombre de una sola persona, que recibe toda la información.

Falta de información sobre ingresos y gastos: La víctima desconoce cuánto dinero entra en el hogar o cómo se gestionan los bienes, propiedades, cuentas y tarjetas.

Endeudamiento oculto: Se adquieren deudas sin informar a la otra parte, a menudo superando la capacidad económica.

Bloqueo de acceso a información: Ocultación de contraseñas, claves o documentos que impide acceder a cuentas, facturas electrónicas o aplicaciones financieras.

Exclusión en la gestión del hogar: No se facilita el acceso a documentos importantes como escrituras, contratos o declaraciones de impuestos.

Limitación de gastos esenciales: Se minimiza o impide el acceso a salud, cuidado personal o necesidades básicas solo para una de las partes o ciertos miembros de la familia.

Ocultar o minimizar gastos para evitar conflictos: La víctima siente que debe justificar o esconder compras para evitar reproches.

Descalificación continua: Frases como “de eso no entiendes” o “déjamelo decidir a mí” refuerzan la exclusión económica.

Control del uso de recursos básicos: Reproches por encender la luz, la calefacción o usar el coche, solo cuando es decisión de la víctima.

 

En muchos casos, la violencia económica comienza o se agrava tras la separación. Mientras que el impago de pensión alimenticia sí es delito en España, el impago de hipoteca u otras deudas conjuntas suele tratarse como un asunto civil, lo que lo convierte en un terreno fértil para el abuso financiero.

Indicadores frecuentes después de la ruptura:

Incumplimiento de obligaciones económicas: No pagar la pensión alimenticia o compensatoria según lo estipulado en el Convenio Regulador, ni la parte acordada de hipoteca o deudas.

Generar privación material: Acciones deliberadas para provocar carencia económica, afectando a la autonomía de la víctima y de sus hijos.

Negarse a negociar o mediar: Rechazo a modificar acuerdos para hacer más asumibles las cargas económicas, incluso en casos de insolvencia.

Retrasar procedimientos legales: Aplazar juicios o trámites para generar gastos extra y obstaculizar el acceso a recursos.

Condicionar el cese del abuso: Prometer dejar de actuar de forma abusiva si la víctima cede a determinadas exigencias.

Fraude para evitar pagos: Declararse en quiebra o insolvente de forma simulada.

Ocultar ingresos y patrimonio: Minimizar el salario, almacenar efectivo, “prestar” dinero a terceros de confianza o comprar bienes de fácil reventa.

Vaciar cuentas bancarias compartidas: Retirar fondos antes o después de la separación para dificultar el acceso de la otra parte.

 

 

Este abuso no solo afecta a la economía inmediata. Limita la capacidad de la persona para tomar decisiones, planificar su futuro y cubrir necesidades básicas. Además, provoca consecuencias psicológicas profundas: ansiedad, estrés crónico, pérdida de autoestima y sensación de impotencia.

Si identificas alguna de estas señales en tu vida o en la de alguien cercano:

  1. Pon nombre a la situación. Reconocer que es violencia económica es el primer paso.

  2. Documenta todo. Guarda pruebas de mensajes, movimientos financieros y cualquier evidencia.

  3. Busca apoyo especializado. En España, el teléfono 016 ofrece atención gratuita y confidencial.

  4. Infórmate sobre tus derechos. El Convenio de Estambul y la Ley 13/2007 reconocen esta violencia como una forma de violencia de género.

  5. Refuerza tu independencia económica. Si es posible, abre una cuenta personal y accede a formación o empleo.

 

La violencia económica y el abuso financiero pueden ser invisibles a simple vista, pero sus efectos son duraderos. Reconocer las señales, tanto durante la relación como después de la ruptura, es clave para romper el ciclo y recuperar la libertad económica. No es solo una cuestión de dinero: es el derecho a decidir sobre tu propia vida.

 

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