Violencia de género: ¿y tú qué vas a hacer?

Que sí, que existe, que es real. Y, como seres sociales que somos, es nuestra responsabilidad (I).

En nuestro país, la violencia de género es conceptualizada por la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género como «una manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión, y que tiene como resultado un daño físico, sexual o psicológico» (Ministerio de la Presidencia, 2004).

La semana pasada (y esta semana ya van cinco más en toda España), una mujer fue asesinada por su expareja en mi Municipio, en mi barrio, en mi calle. Inmediatamente se desató una conmoción y debate generalizados, medios de comunicación, declaraciones de instituciones, concentraciones de repulsa, que si los protocolos no han funcionado…

En mi trabajo, un grupo de compañeros (todos hombres en ese momento) comentaba el hecho, generándose una acalorada conversación a mi llegada. Por supuesto, ninguno de ellos es sospechoso de ser un asesino, ni siquiera de ser mala persona, sino buenas personas normales. Pero éstas son algunas de las cosas que escuché:

  • No todos los hombres somos iguales.
  • Es que también hay mujeres que…
  • Yo lo conocía, ese hombre hace tiempo que estaba mal de la cabeza.
  • No sabemos las razones, a saber…
  • Tampoco se puede poner un policía para proteger a cada mujer.
  • Si es que no se puede hacer nada. Es lo que hay.

Lamentablemente, no era la primera vez que me encontraba en estas conversaciones. Y seguro que tú tampoco. Sin embargo, en esta ocasión saltaron todos mis resortes de conciencia, social, feminista, humana… Puede que sólo fuese mi impresión, tanto personal como profesionalmente considero la violencia de género un asunto especialmente sensible y tremendamente grave, pero ninguno de mis compañeros me parecía indignado, ni siquiera preocupado, sino más bien ¡¿a la defensiva?! ¡¿indiferentes?!

Como digo, puede que sólo fuese mi impresión personal, ojalá así fuera, pero… ¡¿Cómo que es lo que hay?! ¡¿que no se puede hacer nada?! Se debe hacer. Como individuos integrantes de nuestra sociedad, «hacer» es nuestra responsabilidad.

La violencia contra las mujeres.

La violencia de género ha sido, y sigue siendo, una terrible realidad social que podemos sufrir mujeres de todos los países del mundo. Se trata de un gravísimo problema social que atenta contra las legítimas aspiraciones y capacidad de control sobre sus propias vidas de muchas mujeres, llegando a poner en peligro su salud, dignidad y su propia supervivencia, así como la de sus hijos.

Las estadísticas son claras al demostrar la gran cantidad de mujeres que sufren diariamente episodios de violencia machista, lo que indica innegablemente que nos encontramos ante un problema social, que tiene su causa y raíz en la propia estructura social, en su forma de funcionar y de asignar un lugar a hombres y mujeres.

Ya en la IV Conferencia Mundial de la ONU (Beijing, 1995), se reconoció que la violencia contra las mujeres es un obstáculo para lograr objetivos de igualdad y paz, violando y menoscabando el disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales, definiéndola ampliamente como una clara manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres.

Violencia de género-machista.

La denominación «violencia de género» es la más extendida, aunque cada vez se tiende más a utilizar «violencia machista», es más clara y hace referencia directa a la ideología sexista que sustenta las creencias sobre hombres y mujeres que da cobertura al control, dominio y violencia sobre la mujer. No obstante, existen diversos factores que inciden en el desarrollo de la violencia contra la mujer, entre otros:

  • Están presentes a lo largo de todo el ciclo vital de las mujeres.
  • Atraviesa todas las culturas, razas, etnias, clases y religiones.
  • Tiene graves efectos psicológicos en las mujeres que lo sufren.
  • Muchos estados carecen de políticas y recursos para atenderla.

Además se dan otros factores incidentes, «la violencia es el resultado de la acción recíproca y compleja entre factores individuales, relaciónales, sociales, culturales y ambientales» (OMS, Valencia 2002). Los/as profesionales de la Psicología observamos también factores que tienen que ver con los estilos emocionales, la falta de control de impulsos, la poca o nula tolerancia a la frustración, la falta de asertividad, el afrontamiento violento del conflicto, patrones familiares, y las expectativas y mitos sobre el amor.

Sin embargo, los factores personales no apuntan a la verdadera raíz del problema, ni explican la universalidad de este terrible fenómeno, de hecho, cada tipo de violencia tiene unas causas y dinámicas diferentes que las caracterizan. En todo el mundo, las mujeres vivimos cotidianamente en la subordinación, la explotación, la invisibilidad, la falta de libertad y derechos, la opresión y la violencia.

Todas las formas de violencia de género o machista guardan relación entre sí, tienen continuidad entre ellas, y están relacionadas con el patriarcado, es decir, con la desigualdad de género. Hablar de violencia contra la mujer, de género o machista, supone reconocer que las mujeres somos objeto de un tipo de agresiones que tienen como denominador común el hecho de ir dirigidas hacia personas de sexo femenino, por el mero hecho de serlo.

Se trata, pues, de un tipo de acciones que no pueden ser comprendidas si no se sitúan en el contexto de sociedades patriarcales, que definieron en su momento unas reglas de juego que, incluso aunque posteriormente han sido abolidas, han dejado algún grado de usos, costumbres, ideas y conductas con componentes no igualitarios.

Pues sí, lamentablemente, «es lo que hay». Pero también es cierto que se puede, se debe cambiar. Vives aquí, y como individuo eres y tienes parte en nuestro sistema social. Puede que pienses que una persona sola poco puede hacer, pero resulta que las sociedades cambian y avanzan a través de las influencias que cada uno de los individuos que las conforman ejercen en ellas, empezando por ellos mismos. Piensa, reflexiona, implícate, comparte, «haz»…, en tu día a día, en tí, en quienes te rodean.