Ya nadie duda de que sentirse bien psicológicamente significa gozar de mayor bienestar y calidad de vida, por lo que es algo a lo que todos/as aspiramos ¿Te interesa saber por qué incrementar tu Capital Psicológico podría ser la mejor inversión de tu vida?
En los últimos años ha aumentado significativamente el interés por la salud y el bienestar, tanto en la sociedad en general como en las empresas y organizaciones en particular. Y es precisamente desde la Psicología del Trabajo y de las Organizaciones que se ha producido un incremento del estudio del comportamiento organizacional positivo.
Conocido como POB (Positive Organizational Behavior), se interesa por la aplicación de fortalezas y capacidades psicológicas positivas de las personas para mejorar el rendimiento laboral. Y es en este contexto donde emerge el concepto de Capital Psicológico, que se define como un estado de desarrollo psicológico positivo del individuo que va más allá del capital humano y social.
Este estado de desarrollo psicológico positivo se ha revelado como un importante predictor de bienestar en el trabajo que, además, puede ser cultivado y potenciado, resultando altamente adaptativo al favorecer el compromiso, el rendimiento y la satisfacción laboral de las personas trabajadoras, así como su salud mental.
El Capital Psicológico está constituido por cuatro recursos psicológicos básicos de tipo estado, no son rasgos de personalidad, es decir, que son susceptibles de desarrollo y cambio, por lo que pueden llegar a jugar un papel crucial en el desarrollo de los individuos, equipos y organizaciones.
La investigación ha identificado dichos recursos psicológicos básicos como: la autoeficacia, el optimismo, la esperanza y la resiliencia.
Bandura, en su «Teoría Social Cognitiva» (1997), define la autoeficacia como la creencia en nuestras propias capacidades para organizar y ejecutar los cursos de acción necesarios para obtener determinados logros.
De acuerdo con Bandura, las principales fuentes de autoeficacia son: las experiencias de éxitos, la experiencia vicaria, la persuasión verbal y los estados emocionales.
La autoeficacia constituye uno de los determinantes más importantes de la motivación y de la conducta humana. Alude a la creencia de la persona respecto a su competencia para ejecutar una tarea, alcanzar una meta o superar un obstáculo con éxito.
Así, cuanta más confianza tenemos en nuestra propia competencia, mayores probabilidades hay de que intentemos esforzarnos y persistir en superar las posibles dificultades.
Entendemos ampliamente el optimismo como tener una expectativa generalizada respecto a que el futuro nos deparará resultados exitosos, en contraposición al pesimismo, donde esa expectativa tendría resultados adversos.
Sus características de expectativas positivas, flexibilidad y adaptabilidad, son predictoras significativas de salud mental, actuando como factor de protección frente al estrés y la depresión, y favoreciendo un alto crecimiento personal.
En el ámbito organizacional, los estudios sugieren que los empleados y empleadas optimistas, no solo se sienten mejor, sino que también consiguen mejores resultados, ya que su optimismo se relaciona con su rendimiento, satisfacción y felicidad (Youssef y Luthans, 2007).
La esperanza es un estado de motivación positivo basado en nuestra capacidad percibida de encontrar diferentes vías hacia nuestras metas deseadas, así como la fuerza para motivarnos hacia ellas (Snyder, 2002).
Las personas que tienden a ver su día a día con esperanza suelen albergar expectativas de éxito y son más proclives a la búsqueda de su crecimiento personal.
En un estudio longitudinal, Wandeler y Bundick (2011) concluyeron que en los entornos laborales y organizacionales se debería promover la esperanza, entre otras capacidades positivas, para conseguir que los trabajadores y trabajadoras puedan incrementar su competencia profesional percibida.
La resiliencia es la capacidad de combatir o enfrentarnos a la adversidad, conflicto o fracaso, y salir recuperados/as y fortalecidos/as, fomentándose así nuestro progreso y la mejora de nuestras competencias.
Las personas resilientes se caracterizan comúnmente por: aceptar la realidad incondicionalmente, tener la profunda creencia de que la vida es significativa, y una misteriosa habilidad para improvisar y adaptarse a los cambios (Coutu, 2002).
Es decir, que la resiliencia nos vuelve más fuertes y exitosos/as ante la adversidad, revelándose como una oportunidad para nuestro desarrollo potencial.
Para alcanzar un óptimo funcionamiento psicológico positivo, por tanto, es importante tener confianza para asumir y esforzarnos lo necesario para conseguir éxito en tareas desafiantes (autoeficacia), hacer una atribución positiva sobre nuestro éxito en el futuro (optimismo), perseverar hacia nuestras metas y saber redirigir las vías para conseguirlas (esperanza) y, ante posibles problemas, recuperarnos e ir más allá (resiliencia).
Aunque es cierto que tanto el concepto de Capital Psicológico como su investigación emergen en el ámbito organizacional y de trabajo, a nadie se nos escapa que puede aplicar a todos los ámbitos de nuestra vida, puesto que se trata de nuestro desarrollo psicológico. Así, incrementar nuestro Capital Psicológico podría suponer la mejor inversión de nuestra vida.
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