Entendiendo los Trastornos Adaptativos Estacionales.
En realidad, ni la «depresión de la tumbona» ni el estrés «postvacacional» se tratan de psicopatologías clínicas como tales sino, en todo caso, de trastornos adaptativos, es decir, de términos más o menos coloquiales relacionados con posibles dificultades de adaptación a determinados cambios, y que pueden afectar negativamente a nuestro estado de ánimo e incrementar nuestros niveles de estrés y ansiedad, perjudicando nuestra salud y bienestar física y mental en general.
La “depresión de la tumbona” es una expresión que fue acuñada por unos psiquiatras austriacos en 2004 para referirse a la ansiedad que presentaban algunos de sus pacientes con dificultades para olvidarse del trabajo en vacaciones y que acababan enfermos, tristes, irritados y con sensación de no haber descansado y/o “desconectado”.
Esto puede ocurrirnos porque cuando habitualmente tenemos un exigente y estresante ritmo de trabajo, sin tiempo para la familia ni el ocio, para poder soportarlo necesitamos mantener unos niveles de adrenalina y cortisol excesivamente altos.
Pues bien, cuando entramos en “modo vacaciones”, esos niveles de adrenalina y cortisol bajan bruscamente, provocando que nuestro sistema inmunológico se deprima. Además, puede ser que no sepamos qué hacer con tanto tiempo libre o cómo atender obligaciones diferentes, lo que hace que podamos desestabilizarnos y enfermar.
Es decir, que la transición de un estado de actividad intensa a uno de relajación puede ser complicada para muchas personas porque, cuando nuestra mente y cuerpo están tan acostumbrados a operar bajo altos niveles de estrés, al detenerse bruscamente, experimentan una especie de «síndrome de abstinencia» de la adrenalina.
Por ello, esta desconexión súbita puede manifestarse en síntomas físicos como dolores de cabeza, fatiga, insomnio y en síntomas emocionales como la irritabilidad, la tristeza y la ansiedad.
Frente a la «depresión de la tumbona» o el «estrés vacacional» que hemos comentado, el proceso de adaptación inverso al que podemos tener que enfrentarnos al volver a la rutina tras las vacaciones, es lo que conocemos como «estrés o depresión postvacacional».
El regreso al trabajo puede resultar abrumador después de un período de descanso, especialmente si las vacaciones han sido largas y relajantes. Las altas demandas laborales como la carga de correos electrónicos acumulados, las tareas pendientes y la presión por cumplir con plazos y objetivos, por ejemplo, pueden hacer que nuestro retorno sea estresante.
Este tipo de estrés puede durar desde unos pocos días hasta varias semanas, dependiendo de cómo cada persona maneje la readaptación a su rutina laboral.
Es cierto que para la mayoría de las personas, este tipo de trastornos adaptativos no suele generar una sintomatología muy intensa o grave, y que es de duración corta y pasajera, es decir, que nos adaptamos rápido. Pero también es cierto que estos síntomas pueden agravarse y extenderse en el tiempo, derivando en importantes trastornos de estrés, ansiedad o depresión.
Por tanto, parece indiscutible que las condiciones laborales que tengamos en nuestros puestos de trabajo y empresas son principales determinantes en este tipo de trastornos adaptativos.
Por ello, una mala gestión del estrés postvacacional puede tener consecuencias serias tanto para el individuo como para la organización. Los/as empleados/as que no logran adaptarse adecuadamente pueden experimentar una disminución en su rendimiento laboral, aumento del ausentismo, y un deterioro en las relaciones interpersonales en el trabajo.
Además, no es difícil de deducir que una persona trabajadora estresada y ansiosa es más propensa a cometer errores, lo cual puede afectar negativamente la productividad y eficiencia de la empresa.
Pero esta desestabilización o dificultad de adaptación no es exclusiva de los periodos vacacionales laborales largos, también puede darse durante los fines de semana o al retomar rutinas escolares y familiares, etc.
Seamos claros, ¿quién quiere volver o enfrentar condiciones a menudo demasiado adversas y lesivas para nuestra salud física y mental? Nuestro despliegue de reacciones de supervivencia, defensivas y/o autoprotección, como el estrés, están garantizadas por nuestra propia condición humana.
En este sentido, también otros cambios como el inicio del año escolar o el cambio de estaciones, pueden ser desencadenantes de trastornos adaptativos. Los niños, por ejemplo, pueden experimentar ansiedad al volver a la escuela después de las vacaciones de verano, y los adultos pueden sentir una tristeza inexplicable con la llegada del otoño, conocida como Trastorno Afectivo Estacional (TAE).
Es por todo ello que este tipo de trastornos adaptativos son considerados en el marco de los Riesgos Laborales y Psicosociales, y por tanto, podemos y debemos (también por obligación legal) abordarlos y atenderlos en nuestras empresas y negocios. La implementación de estrategias efectivas para la promoción del bienestar laboral es crucial.
Las empresas pueden desempeñar un papel fundamental en la mitigación de estos trastornos mediante la creación de un entorno de trabajo saludable que promueva el equilibrio entre la vida laboral y personal, el reconocimiento del trabajo bien hecho, y la oferta de programas de apoyo psicológico.
¿Cómo? Pues incluyendo en los planes estratégicos de nuestras empresas una promoción del bienestar laboral real, efectiva y sostenible que contemple la reducción del riesgo psicosocial y el cuidado de la salud mental.
Estos planes estratégicos pueden incluir, entre otras, la flexibilización de horarios para facilitar la transición postvacacional, la oferta de talleres de manejo del estrés y mindfulness, y el establecimiento de políticas de desconexión digital que permitan a los empleados desconectar completamente del trabajo durante sus periodos de descanso.
Apostar por Psicólogos/as especializados que, desde una sólida fundamentación científica, técnica y profesional, podemos poner al servicio de empresas, negocios y personas, programas, intervenciones, herramientas y metodologías diseñados y adaptados específicamente a las características y necesidades más concretas, con las máximas garantías.
La colaboración en nuestras empresas con profesionales de la Psicología especializados puede ser de gran ayuda. Podemos proporcionar herramientas y técnicas para manejar el estrés, mejorar la resiliencia y facilitar la adaptación a los cambios estacionales.
Por ejemplo, programas de coaching, terapias cognitivo-conductuales y sesiones de mindfulness pueden ser parte de un enfoque integral para apoyar a los/as empleados/as y promover su bienestar general.
En resumen, los trastornos adaptativos estacionales, como la “depresión de la tumbona” y el «estrés postvacacional», aunque no son psicopatologías clínicas graves, sí requieren una atención y manejo adecuados.
En este sentido, la promoción de un entorno laboral saludable y el apoyo psicológico especializado en nuestras empresas pueden significar una gran diferencia en la salud y el bienestar de las personas trabajadoras, beneficiando tanto a éstas como a las organizaciones en las que trabajan.
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