La resiliencia es el proceso de adaptarse a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud, o situaciones estresantes del trabajo o financieras. Significa «rebotar» de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte.
A veces, la vida nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad, una ruptura de pareja especialmente dolorosa, la muerte de un ser querido, problemas económicos, o una pandemia como la COVID-19… Diferentes circunstancias pueden llevarnos al límite, y tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado, o sobreponernos y salir fortalecidos, apostando por la resiliencia.
Según la RAE, resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Y en Psicología añadimos: gracias a la resiliencia, no sólo somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas, sino que también podemos salir fortalecidos de ellas.
La investigación ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, no extraordinaria. Las personas la desplegamos comúnmente, por ejemplo, la respuesta en EEUU a los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 y sus esfuerzos individuales para reconstruir sus vidas, o ahora mismo, con la pandemia que estamos sufriendo.
Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimenta dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son normales ante grandes adversidades o traumas vitales.
La resiliencia tampoco es una característica que la gente tiene o no tiene, no es una cualidad innata impresa en nuestros genes. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona a lo largo de la vida.
Algunas personas son resilientes porque han tenido en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras, han encontrado el camino por sí solas.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo que significa que han tenido que enfrentar situaciones adversas y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentarse a los diferentes retos de la vida.
Algunas de las características de las personas resilientes son:
Desarrollar nuestra capacidad de resiliencia nos ayuda a perseguir y conseguir nuestras metas a pesar de las dificultades que se nos presenten, a aprender, crecer, y mejorar nuestro bienestar y calidad de vida. Nada más y nada menos.
Para mejorar nuestra resiliencia, necesitamos fortalecer las cualidades que nos permiten una adaptación positiva en una situación de adversidad o sufrimiento. Probablemente tengamos desarrolladas unas más que otras, por lo que lo ideal sería equilibrar o reforzar aquellos aspectos que necesitemos, sin intentar abarcar todos. Y, lo que es muy importante, a nuestro ritmo.
Te propongo 12 técnicas para mejorar nuestra resiliencia:
1. Auto-observación, autoconocimiento, y dedicarte tiempo. Conocernos mejor y fortalecer nuestras cualidades nos permiten una adaptación positiva al cambio.
2. Cuida cómo te hablas, qué te dices, y confía en tus capacidades. Háblate con cariño y respeto. Sé flexible y tolerante contigo mismo y tus momentos de malestar, sin culparte por ello. Equilibra tus recursos sin caer en la auto exigencia o el perfeccionismo. Respeta tus ritmos, sin dejarte arrastrar por la presión, y recordándote tus capacidades.
3. Humor y sonrisa ante las dificultades. Fomenta las emociones placenteras, y los momentos agradables, distendidos y divertidos. Te ayudarán a desconectar, a liberar tensión y a coger fuerzas. Fomenta las ilusiones, motivaciones y esperanzas.
4. Busca un aprendizaje, un enfoque positivo ante la adversidad. Una dificultad puede ser una oportunidad para aprender y entrenar tus capacidades. No te centres en el problema y en la queja. Busca soluciones y aprende de la experiencia.
5. Equilibrio y salud emocional. Identifica, analiza y regula lo que sientes. Todo es emoción, TÚ eres emoción, las emociones guían tus decisiones, motivaciones e ilusiones. Aprende a identificarlas, regularlas, tolerarlas, aceptarlas y racionalizarlas, para decidir tú cómo quieres vivir, fomentando tu bienestar.
6. Comparte emociones y fomenta la expresividad. Libera tus emociones ante situaciones adversas, expresando lo que piensas y sientes, siempre sin dañar a otras personas. Te ayudará a liberar tensión acumulada. También es inteligente dejarse ayudar, y pedir ayuda cuando la necesites.
7. Elige con quién quieres vivir y relacionarte, quién quieres que te acompañe, con quién quieres crecer, aprender y compartir tu tiempo. Elimina los deberías, las obligaciones y presiones autoimpuestas. El contacto social te hace tener una mente más abierta, flexible y tolerante ante las circunstancias.
8. Pon límites al control y tolera la incertidumbre. Es normal querer tener la certeza, seguridad y tranquilidad de saber lo que va a ocurrir, pero no es posible tenerlo todo bajo control.
9. Cuídate y mejora tu salud física. El exceso de cortisol, provocado por el estrés y el sufrimiento psicológico mantenidos en el tiempo, empeora tu resiliencia, incrementando el estado de hiperalerta, disminuyendo el pensamiento asertivo, la productividad, y afectando físicamente a las respuestas inmunes. Cuídate diariamente para contrarrestar los efectos.
10. Sé realista. En la vida suceden acontecimientos tanto positivos como negativos. La vida es un cambio constante, ésta es una de sus maravillosas cualidades. No caigas en la personalización, «no todo te pasa a tí».
11. Cuida a dónde llevas tu atención. Algunas emociones, como la ansiedad, la inquietud, el nerviosismo o el enfado, pueden dificultarnos interpretar la realidad. Dependiendo de dónde enfoquemos nuestra atención, con qué nos quedemos, qué filtremos…, nos sentiremos de un modo u otro. Intenta tener una visión de conjunto y centrarte en lo racional y objetivo, no sólo en tu interpretación.
12. ¡Vive! Que el miedo no condicione tu vida. Dejemos de sentirnos atrapados por nuestros pensamientos anticipatorios, y por las emociones como el miedo, la impotencia o la vulnerabilidad, y trabajemos diariamente para aceptarlas y regularlas, coger las riendas de nuestra vida y sentirnos más libres. Vivamos el día a día.
Para muchas personas, utilizar sus propios recursos y otros tipos de ayuda como libros, publicaciones o recursos en línea, pueden ser suficientes para construir resiliencia. Sin embargo, en algunas ocasiones, una persona puede no avanzar, o tener dificultades para progresar en el camino de la resiliencia.
Un/a profesional de la Psicología, como un/a Psicólogo/a Especialista en Coaching (PEC), puede dar asistencia a las personas para desarrollar una estrategia para avanzar y salir adelante, con las mayores garantías.
Sobre todo, es muy importante que obtengas ayuda profesional si sientes que no puedes funcionar o desarrollar las actividades básicas de tu vida diaria, como resultado de vivir una experiencia traumática o estresante.
Confío en que esta pequeña aproximación al concepto de Resiliencia te resulte una información interesante y de utilidad. Si quieres saber más, tienes algún comentario o duda, contacta conmigo y resolvemos.
Fuentes: APA, elpradopsicólogos, Área Humana.